Estuve dos semanas fuera de juego con el blog, no sólo por un tema de darles a ustedes, queridos lectores, un espacio y un respiro, sino para que pudiera yo replantearme muchas cosas de mi vida y de la forma en la que vislumbro mi futuro.
Estas dos semanas fueron necesarias para que pudiera yo sentarme a poner mis ideas en orden, las cartas sobre la mesa (en un juego solitario al parecer) y replantearme qué va a pasar con mi vida en esta nueva normalidad.
Que no se malinterprete, no he entrado en una paranoia pandémica ni mucho menos; es más, me considero una introvertida extrovertida (jiji) que ha disfrutado mucho la soledad y el silencio en estos meses; sin embargo si quería sentarme a pensar en cómo darle un giro a los contenidos y a mi carrera ahora que ya estoy por terminar mi segunda licenciatura en Psicología. ¿Qué sigue? ¿A dónde me llevará el viento? Francamente, a estas alturas del partido, podría decir que no lo sé, pero tengo esperanza en el futuro.
Dos semanas fue el tiempo perfecto para meditar y pensar en cómo compartirles más sobre quién soy yo y ya no tanto sobre la parte teórica del yoga (lo seguiremos haciendo, quiero hacer notar). Aquí es el punto de quiebre en donde las cosas comienzan a asentarse para que, próximamente, comiencen a leer los cambios.
Esta es una entrada corta, pero quería compartirles – de mi corazón al suyo – cómo están las cosas y prometerles que seguiremos escribiendo para que al menos tengan algo lindo que leer los lunes.
Namasté.