¿Qué es el Karma Yoga?

Hace un par de días pude – finalmente  – enviar mis documentos al Dharma Yoga Center para obtener mi certificado de 200 horas (¡yay!) y dentro de estos documentos venía un ensayo sobre el Karma Yoga, el cual me hizo recordar muchas de las cosas aprendí estando allá y cómo este concepto tomó un lugar predominante en mi práctica.

 

O sea, sí, pero ¿qué es el Karma Yoga?

 

Karma yoga es una doctrina que se explica en el Bhagavad Gita, la cual propone que a través de las acciones desinteresadas y separadas de la necesidad de un fruto o resultado, podemos purificar nuestra mente y nuestro corazón. De igual forma, el Karma Yoga propone que, a través de nuestras acciones podemos unirnos con la divinidad, entregándole en fruto de nuestras acciones y siguiendo nuestro dharma, nuestro camino.

 

El Bhakti Yoga y el Karma Yoga

 

Una de las cuestiones que a veces tienden a confundir es la relación que puede existir entre el Bhakti Yoga – el yoga del amor o de la devoción – contra el yoga de la acción o Karma Yoga. Yo creo que se complementan y que ambos son necesarios para nuestro verdadero desarrollo espiritual. Si entregamos nuestros frutos o resultados al universo o a la divinidad, estamos también actuando desde la devoción y desde el amor a algo superior.

 

Es a través del amor, la devoción y las acciones que neutralizamos los resultados de la ley de causa y efecto. Ponemos en orden nuestros asuntos y damos borrón y cuenta nueva dentro de nuestro tablero espiritual, siempre en el entendido de que trabajamos y actuamos desde la bondad y la generosidad.

 

Mi experiencia con el Karma Yoga

 

A lo largo de mi vida, siempre me ha gustado hacer cosas para ayudar a otros; la experiencia que me gustaría rescatar aquí es el Karma Yoga que realicé estando en el Dharma Yoga Center de Nueva York como señal de agradecimiento al Centro y al Universo por la oportunidad de estar allí. Fue una actividad muy simple pero que involucraba – en cierto punto – renunciar a algunas cosas pequeñas, como por ejemplo los espacios para tomar un break o comer algo rápido entre clases.

 

Mi tarea era muy simple: pararme en la puerta (¡en lo helado de enero!) para saludar a la gente que entraba al Centro e indicarles en donde debían poner sus zapatos. Esta tarea, aunque pareciera muy simple, para mí implicó hacer frente a una ansiedad social que siempre he tenido y a la necesidad de hablar a extraños en un idioma que no es el mío. Fue una increíble experiencia que me enseñó a entregar lo mejor de mí, una sonrisa y mi tiempo, a cambio de una experiencia grata cuando llegas a practicar yoga.

 

Seamos receptivos. Namasté.