Sensaciones al meditar

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Cuando nos iniciamos en el mundo de la meditación, es muy normal que tengamos varias preguntas en torno a qué debemos de sentir y cómo debe ser la experiencia de la meditación en general. Y, aún cuando el propósito de la meditación como tal, es que podamos permanecer neutrales ante los resultados y sensaciones, a veces es incontrolable sentir cosas distintas de las que estamos acostumbrados.

 

¿Qué siento yo personalmente?

 

Como les he contado a veces en este blog, yo he tenido varias experiencias con la meditación y, particularmente ahora en el confinamiento, he tenido muchas oportunidades de experimentar con muchos tipos de meditación que no conocía, como lo son la meditación caminando, la meditación metta o de bondad amorosa, etcétera. Incluso, la misma meditación de seguimiento a la respiración recobró una nueva dimensión durante este tiempo de práctica.

 

Es así que he tenido varias experiencias en mi meditación que van desde el espectro de las sensaciones agradables hasta aquellas que tratan de sacarme de mi meditación y lo logran. Hay días en que se me salen las lágrimas meditando y otros en los que estoy serena y en calma: todo cambia y nada es permanente.

 

También hay otras ocasiones en que tengo algunas “distorsiones” en lo que estoy meditando. Si ya has empezado tu camino en esta práctica, seguro te habrá pasado que, de repente, sientes que tu cuerpo no está alineado o que tu cabeza está de lado o, bien, que tus manos son enormes o sensaciones similares.

 

¿Estas sensaciones son normales?

 

Claro que sí. De hecho, en el proceso de meditación es muy común que nuestro cuerpo experimente varias cosas cuando está concentrado en una sola: podemos tener hormigueos o molestias en el cuerpo, sentir que flotamos, que nos alargamos o, tal vez, sentir una relajación muy profunda.

 

Lo importante en este contexto de los juegos que nos pone la mente es mantenernos tranquilos y concentrados en nuestra respiración o en el punto focal que hayamos decidido para nuestra meditación: mantenernos allí y no salirnos de nuestra práctica; si llega un pensamiento o una distracción, no la seguiremos, sino que aceptamos que allí y está y regresamos a nuestra concentración.

 

Así que, la próxima vez que se encuentren meditando, sea cual sea la postura y el contexto, siempre hay que pensar en que estamos allí por la experiencia misma, no para juzgarla ni ponerle calificativos. Simplemente ser; simplemente estar.

 

Seamos receptivos. Namasté.

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